-¿Cómo lleváis el examen? -preguntará algún compañero,
generalmente aquel que, por tenerlo bien preparado o por simple aburrimiento,
ha dado por finalizado su estudio-. ¿Os lo sabéis ya todo? -Son las preguntas
que darán paso a una conversación por WhatsApp en el grupo de clase, después de
una tarde en la que, como suele ocurrir la víspera del examen, apenas se habían
enviado mensajes.
Las últimas notificaciones se habrían recibido poco después
de las 13 horas, en esos minutos en los que cada uno sale de clase esperando
juntarse con los demás. Mensajes que preguntan: “Dnd stais?”, repitiéndose y
juntándose con otros que dirán: “K vais a acer?”. Patadas al diccionario que
justificamos con las prisas, la inmediata necesidad de respuestas a lo que
pretendía ser un "¿Dónde estáis?" y un "¿qué vais a hacer?".
Generalmente contestaríamos: “Estoy ya en la villavesa”, pero tratándose de un
día como hoy cambia la respuesta. Mañana hay examen, si hay un momento para
remontar todo lo que no se ha trabajado hasta ahora es este.
Para algunos la única forma de sacar algún rendimiento a la
tarde sería una jornada intensiva en la biblioteca. "Vamos a la
cafetería", "yo acabo de salir”, "estoy aun en la
copistería", serán algunas de las respuestas que precederán a mi pregunta:
“¿Quién se queda a estudiar?”.
Como ocurre en cualquier cuadrilla de estudiantes, habrá
quien prefiera estudiar en su casa. Es comprensible, no todos tienen la misma
necesidad de compartir dudas y apuntes con sus compañeros. Aunque pueda parecer
egoísta o competitivo, sería injusto si su esfuerzo se acaba desgastando en
compensar la falta de trabajo de los demás. El compañerismo lo encontramos
cuando equilibramos esta balanza.
-Yo me quedo, ¿tú también? -A partir de esta respuesta sabes
que no pasarás solo las cinco o seis horas que te planteas dedicar a estudiar-.
-Vale, yo también, pero me iré pronto que luego tengo
prácticas. -Va aumentando la compañía, y con ella la ayuda o la distracción.
Eso sí, normalmente son ambas, y combinarlas hará que el estudio resulte más
ameno a la vez que productivo.
-¿Hasta qué hora estaréis? Igual voy a casa a comer y luego
vuelvo. -Mentira. Ese "igual" dice demasiado. Una vez que has llegado
a casa la pereza podrá contigo, y lo que estudies lo estudiarás ahí, evitándote
el trayecto de ida y vuelta, con el tiempo que este conlleva. Sin embargo, la
respuesta del amigo será: “Yo estaré hasta tarde. Si eso luego nos vemos”, y le
guardará un sitio a su lado, aun sabiendo que seguramente no vendrá.
-¿Vas ahora?
-Sí.
-Yo también. -Unos segundos después vuelve a escribir-
¡Espérame! Salgo ahora de la cafetería.
-Vale. Estoy en la entrada. Date prisa. -Y en el tiempo que
tarda en apagarse el cigarro, tu compañero ha llegado.
Ahora toca entrar en la biblioteca, buscar una silla libre
entre todos esos "guárdame un sitio" que solo servirán de asiento
para una chaqueta y un cuaderno. Nos instalamos en la biblioteca, comparamos
nuestros apuntes, resolvemos nuestras dudas, compartimos nuestros esquemas,
vamos a por un café, volvemos y estudiamos hasta que cierran la biblioteca.
Cuando llegamos a casa nos damos cuenta de todo lo que aún
nos queda por estudiar, y justo en el momento en el que ya hemos organizado cómo
invertir el tiempo que tenemos: vibra el móvil. “¿Cómo lleváis el examen?”. Un
nuevo mensaje en el WhatsApp grupal de clase.
(Patricia Rodríguez Aranguren, escena costumbrista)