17 mayo, 2013

13 mayo, 2013

Contando Historias

98.3 Radio - Contando Historias:  Una caja en Soweto

13 febrero, 2013

Día Mundial de la Radio

"Es un día para celebrar la radio como medio de comunicación, para mejorar la cooperación internacional entre los organismos de radiodifusión, incitar a las principales redes y radios comunitarias a que promuevan el acceso a la información y la libertad de expresión a través de las ondas." (Día Mundial de la Radio, 13 de febrero de 2013, la UNESCO)

Películas basadas en la radio, así es como me gustaría celebrar este día. Son muchas la ocasiones en las que el cine se apoya en diferentes medios de comunicación para crear su propio guion.
No dudo que en España este género haya tenido cabida, desde Historias de la radio de José Luis Sáenz de Heredia, hasta Solos en la Madrugada por José Luis Garci. Sin embargo, me gustaría centrar este post en algunas películas extranjeras.

Días de radio es una comedia de 1987 dirigida por Woody Allen que explora sus recuerdos de infancia a través de la música jazz, en una afortunada recreación ambiental de los años 40.


Good Morning, Vietnam es una película estadounidense de 1987, dirigida por Barry Levinson. Durante la Guerra de Vietnam, Adrian Cronauer (Robin Williams), un disc-jockey de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, llega a Saigón para entretener a los soldados desplegados en Vietnam.


Suban el Volumen es una comedia dramática de 1990, escrita y dirigida por Allan Moyle. Mark Hunter (Christian Slater), un estudiante de secundaria en un suburbio de Phoenix, inicia una frecuencia de radio pirata que transmite desde el sótano de su casa.


Partes privadas es una comedia de 1997, escrita y dirigida por Betty Thomas. Howard Srtern, el locutor más célebre de la radio norteamericana, se interpreta a sí mismo en este filme que relata la historia de su éxito.



Frequency es una película de 2000, dirigida por Gregory Hoblit. John Sullivan (James Caviezel), un detective de homicidios, no ha superado emocionalmente la muerte de su padre acontecida 30 años atrás. John vive en la misma casa donde fue criado, ahí descubre la vieja radio de su padre y decide comunicarse por medio de ella.


A Prairie Home Companion es la última película dirigida por Robert Altman, en 2006. Situada en el teatro Fitzgerald de St. Paul, Minnesota, donde se transmite la que será la última función de The Prairie Home Companion. La película se desarrolla en un programa radiofónico que se reproduce el privilegiado momento de la interpretación artística, mostrando las circunstancias de sus intérpretes.

21 enero, 2013

¿Ir al cine es un lujo?

El dinero es el principal motivo por el que no vamos al cine. Es un lujo, solemos decir, ya que nunca antes había sido tan cara una entrada. Reservamos este premio para ocasiones muy especiales, películas que hemos estado esperando.
Sin embargo, estamos dispuestos a pagar este mismo precio por algo tan simple como una copa en la barra de un bar. ¿Es realmente un lujo? Júzguenlo ustedes mismos.

30 noviembre, 2012

Alojomora

"Alojomora" es nuestro proyecto para la asignatura de Comunicación Multimedia de Fcom, impartida por José Luis Orihuela, una página web donde publicamos anuncios para facilitar la compraventa en Pamplona.
En la página inicial de Alojomora publicamos el blog del proyecto en el que cada entrada corresponde a un anuncio, todos ellos con explicaciones, fotografías, posibilidad de comentar y acceso para compartirlo en Facebook, Twitter, Google+ y Tumblr.
Además, en la barra lateral encontramos 4 aplicaciones: la de Facebook, que publicará en la biografía de usuario un “me gusta” con enlace a nuestra página; la de Twitter, donde aparecen los 3 últimos tweets de @FcomAlojomora; la de Pinterest, enlazando a nuestra cuenta en la plataforma; y la de YouTube, que nos lleva a la lista de reproducción de nuestros vídeos.

Desde la página inicial o desde cualquiera de sus nodos podemos acceder al resto de secciones a través del menú de navegación. La primera sección es ¿Quieres anunciarte?, destinada a facilitar la mensajería. Desde está página bastará introducir el nombre y email para que el mensaje escrito llegue al correo de alojomorafcom@gmail.com.

La siguiente sección es el Tablón de anuncios, donde publicamos fotos en miniatura de cada anuncio, con su título y el enlace que nos lleva a la entrada del blog correspondiente. Estas publicaciones aparecen ordenadas en 2 columnas, una destinada a los anuncios de ventas y otra a los de búsqueda.
 
A continuación nos encontramos con un apartado dedicado a hacer publicidad de locales interesados, está sección lleva el nombre de  En Pamplona, ya que busca promocionar los comercios pamploneses.
 
En el apartado Alojomora Quiz encontramos una recopilación de todos tweets publicados con el hastag #AlojomoraQuiz. Esta etiqueta la utilizamos en una actividad interactiva basada en slogans publicitarios, sin hacer mención del producto cualquier usuario de twitter puede participar en descifrarlo. En el nodo destinado a esta sección encontramos una “X” sustituyendo al producto, enlazando con el tweet correspondiente y las respuestas de los participantes.

La siguiente sección es Alojomora Swap, una campaña para hacer que la gente se sienta parte de nuestro proyecto. Qué la gente interáctúe y se sienta identificada. Alojomora Swap consiste en llevar a cabo un trueque. Con la etiqueta de twitter #AlojomoraSwap se tuitean los pasos del trueque, con el slogan “¿Qué darías por una chincheta?”. Más de veinte personas participan en esta actividad, que con una estrategia intrigante hacemos que nuestros followers se interesen por el siguiente intercambio. El intercambio de la chincheta por la goma con la que se inicia termina con el intercambio de un coche por una habitación. Fotos y videos son las pruebas de dicho intercambio. 

La última sección lleva el nombre de Conócenos. En ella hacemos una breve descripción del proyecto, explicando en qué consiste y cual es su fin. Por otro lado, nos damos a conocer individualmente cada miembro del grupo, formado por Julia Velázquez, Camino López, Ainhoa Vergara y Patricia R. Aranguren.
A través de este proyecto he conocido la plataforma Jimdo y todas las posibilidades que ofrece. También he tenido que aprender a utilizar Windows Live Movie Maker para montar los vídeos, algo que nunca había hecho y siempre había querido aprender. Las 4 hemos podido comprobar el poder que tienen la redes sociales y la fuerza que aporta utilizar correctamente la plataforma Twitter para promocionar un simple proyecto de clase.


27 noviembre, 2012

Ella dijo

Empezaba mi segundo año en el Internado Reifenstahl, el último curso. No me ilusionaba estudiar ahí, pero no había nada que yo pudiese hacer contra la decisión de mis padres.
Todas las veteranas debíamos compartir habitación con la alumna de primero que nos fuera asignada. El año pasado mi compañera llegó a convertirse en una hermana mayor: me ayudó con las asignaturas, me contó todo lo que necesitaría saber sobre los profesores y me escuchó cada vez que una mirada o un comentario en la clase se convertía en un drama adolescente.
Yo quería ser ese tipo de apoyo para Line, a quien vi por primera vez al entrar en mi nueva habitación. La encontré sentada en una silla, junto a su maleta, todavía cerrada. Su rígida postura le hacía parecer una de esas antiguas muñecas de porcelana, algo que quedaba acentuado con la blancura de su tez y la penetrante mirada que me dirigió. Me pareció una chica tímida, luego descubrí que solo estaba insegura. Todo lo que le rodeaba era nuevo y necesitaba coger confianza.
Ella esperó a que yo terminase de organizar mi espacio para empezar a deshacer su maleta. No tardé en preguntarle por la cámara fotográfica que cuidadosamente separó del resto del equipaje. Se trataba de una Canon similar a la de mi padre, la que tantas veces utilicé sin su permiso.
A través de la fotografía fui descubriendo a Line. Compartimos las técnicas que manejábamos, incluso llegó a enseñarme sus álbumes personales. Conforme la iba conociendo fue cambiando la imagen que tenía de ella, dejé de verla tan fría y distante para convertirse en esa niña sonriente que cada noche me contaba ilusionada cómo había transcurrido su día.
Parecía que esa sonrisa no se le iba a borrar nunca, sin embargo, no fue así. No sé exactamente cuándo pasó, yo andaba distraída entre un examen y otro hasta que me di cuenta de que ella no sesentía bien. En cuanto la escuché llorar sola en el baño quise hablar con ella, pero no sabía cómo empezar. Esa misma semana pude fijarme en unas heridas sin cicatrizar que intentaba disimular adornando su brazo con pulseras. Bastó verle así para decidir que hablaría con ella esa noche.
Pensaba que necesitaría insistir para averiguar qué le pasaba, aunque no hizo falta. Me sorprendió la facilidad con la que me contó cómo un profesor había aprovechado la oscuridad del patio durante la noche para abusar sexualmente de ella. Esto había ocurrido pocos días antes, Line no lo había hablado con nadie, estaba demasiado asustada. Me tocaba dar la cara.
No pensaba vengarme de ese profesor, ni  tampoco convertirlo en un escándalo público. Yo no era nadie para decidir qué debía pasar, solo podía dejarlo en manos de sus superiores. De esta forma llegué hasta el despacho del director, un tipo duro con el que nunca antes había hablado. Ese hombre cohibía a cualquier alumna que estuviese sentada frente a su mesa. Sin embargo, yo no podía permitírmelo. Sin ninguna sutileza le informé de lo que le había ocurrido a Line. No recibí la reacción comprensiva que me esperaba, solo respuestas del tipo: “Seguramente no sea nada, aunque estaremos atentos” o: “Muchas alumnas inventan todo tipo de cosas para librarse de un profesor, veremos qué pasa más adelante”. Todo ello me obligó a insistirle en  que hablara directamente con mi compañera.
Con reiterativos movimientos manuales esperé al otro lado del despacho hasta que Line o el director terminaran su reunión. Me sentía más asustada que nerviosa, más indignada que preocupada. Por suerte no tardaron mucho en salir. La cara de ella no expresaba nada, una mirada vacía. Él me miraba extrañado, con interés. Se acercó a mí con curiosidad y esperó a que nos quedáramos solos para preguntarme por qué lo había hecho, de dónde había sacado todas esas mentiras y para qué le metía a mi amiga en ellas.
Line le había mentido, o me había mentido a mí. De ninguna de las dos formas tendría sentido, por eso empecé a dudar: ¿ella se inventaría algo así?, ¿y si nunca lo hizo? Con el tiempo llegué a estar segura de que su profesor jamás la tocó, aunque sabía que ella no tenía motivos para imaginárselo. Descarté un montón de posibilidades hasta plantearme si realmente llegó a contarme lo que yo recordaba.
Después de una año dándole vueltas solo me quedaba por descartar una opción: mi propia locura. La única forma de superarlo era eseperar a que Line se sincerara conmigo. Llegué al Internado Reifenstahl en el que ya había terminado mi último curso. Una vez allí traté de encontrarla en su habitación, donde dos alumnas me aseguraron que Line no pertenecía al centro. Sin embargo, no necesité buscarla para confiar en mi cordura, cuando pregunté a sus compañeras por ella me hablaron del centro psiquiátrico en el que la ingresaron tras diagnosticar su esquizofrenia.
Me sentí aliviada, nadie había mentido y yo no estaba loca. Lo sentí mucho por Line, apunté el nombre de su residencia y me propuse ir a visitarla. Sin embargo, por muy egoísta que suene, mentiría si dijese que no me alegro de que fuese ella y no yo.


(Patricia Rodríguez Aranguren, cuento)


20 noviembre, 2012

Mi nombre es Billie

Quiero pensar que hoy es un día importante, que estoy tomando la decisión que cambiará mi vida. Me gustaría engañarme mientras cruzo el umbral de la puerta. Probablemente ya lo he conseguido, me hago creer que salgo de esa casa teniendo en cuenta las consecuencias, habiendo analizado mi situación antes de decidir que no seguiría viviendo allí.
Mi nombre es Billie, no es la abreviatura de William, ni una forma cariñosa de llamarme, qué va. Hace  14 años mi madre mandó escribirlo en el hospital donde nací, a pesar de que en un primer momento la matrona se negaba a darme ese nombre. Le parecía impropio para un niño, elegido por una mujer drogadicta que a los dos días de dar a luz me abandonaría. Pero esa enfermera se equivocaba, no en lo referente a las drogas, pero si en lo que me depararían los días siguientes, ya que mi madre no me separó de su lado ni un solo instante.
Me pregunto qué me habría pasado si mi madre me hubiese abandonado, si mis días en la calle habrían estado contados o si, milagrosamente, alguna joven pareja me habría acogido en su familia. Suelo imaginarme cómo habría sido mi vida educándome en una de las mansiones de Beverly Hills, entre los estudios de las colinas de Hollywood o tutelado por grandes empresarios de Silicon Valley. Destinos ilimitados de los que mi madre me privó, o me salvó.
Sin embargo, el hogar que dejo atrás no era más que la pequeña casa de Berkeley que mis padres habían ocupado desde su propia emancipación. Podría describirla como cuatro paredes más dentro de ese suburbio urbano, hablar de todo el vandalismo que veía a través de mi ventana y contar cómo crecí entre la criminalidad de aquel barrio. Pero todo eso es parte de lo que soy, una ciudad que llegó a ser la cuna del movimiento hippie, una madre que en plena década de los 90 seguía viviendo veinte años atrás y un padre al que solo veía cada vez que salía de la cárcel, antes de que le encontraran robando algún bolso para pagar su adicción.
Sentado en el porche me escondo del mundo para reflexionar, dedico a mi infancia esos insignificantes minutos de la noche más decisiva. Es demasiado tarde para echarse atrás. Ya estoy fuera con aquello que necesitaré, esa guitarra a la que no era capaz de culpar de mi situación, junto a mis objetos personales, si así podemos llamar a mi triste equipaje. Apenas ocupaban espacio estas pertenencias, me hubiese gustado que no fuera así, aunque me resultaría mucho más práctico para llevarlo en una misma bolsa, junto al dinero.
No había tenido tiempo de contar todos esos billetes, o no había querido hacerlo por miedo a que no fuera suficiente para pagar mi deuda al Sr. Jimmy.  Ni siquiera me había parado a pensar qué hacía semejante cantidad escondida en mi propia casa, ¿realmente creía que pertenecía a los pobres camellos que me habían educado? Sabía que mis padres no podrían haber recaudado ni la mitad de ese dinero en toda su vida, pero si me detenía a buscar respuestas perdería la única oportunidad de no acabar enterrado por los matones del Sr. Jimmy.
Me levanté del suelo, incorporándome con el mayor sigilo. Miré la puerta cerrada, despidiéndome así  de la que hasta ahora había sido mi vida. Me dispuse a bajar esos cuatro escalones con un miedo que nunca antes había sentido. Anduve durante casi media hora hasta llegar al casino donde solían decir que no era difícil encontrar al Sr. Jimmy. Yo nunca había visto al gran dueño de la ciudad, incluso había pensado que se trataba de un mito, pero llegó un momento en el que tuve un proyecto, y cuando necesité dinero recurrí a él.
Mi proyecto tenía nombre, Sweet Children, la banda de rock a la que debería renunciar si no podíamos pagar el local y todo el material prestado. Contactar con el Sr. Jimmy no fue difícil, ya que el barrio entero hablaba con él, pero nadie lo hacía directamente. Preguntando por las calles acabé contactando con uno de sus hombres, que me entregó la cantidad de marihuana suficiente para salvar mi grupo y pagarle los correspondientes intereses si conseguía venderla a tiempo. Una mercancía que desapareció el mismo día que entró en mi casa.
Frente al casino reconocí a uno de los hombres del Sr. Jimmy. Se dirigió a mí como William, el nombre que les di. Quise entregarle el dinero y desaparecer de esa ciudad, pero insistió en llevarme a hablar con su jefe. Aterrorizado, le seguí hasta la puerta de aquel elegante infierno, custodiada por dos hombres más al servicio de mi deudor.  Mientras uno de ellos nos abría las puertas dirigí mi mirada al otro hombre, momento en el que mi corazón aceleró sus latidos, consciente de que en cualquier instante podría frenar su funcionamiento. El rostro atónito de mi padre se encontraba bajo el sombrero de aquel hombre. A través de las mangas de esa sucia americana se asomaban las manos que me habían dado de comer, las que me habían ayudado a andar y me enseñaron cuánto podía doler la bofetada de un padre. Esas mismas manos fueron las primeras en reaccionar. Durante el segundo más eterno de mi vida pude ver cómo mi padre sacaba una pistola del interior de esa chaqueta, pude oír un disparo, dos, tres, no sé cuántos. Esa misma mano agarró la mía y, tirando de ella, me alejó de aquella sádica escena.
 
(Patricia Rodríguez Aranguren, cuento)

06 noviembre, 2012

Tu hijo

Todos los días venía un coche de la familia a recogerme a la salida del colegio. No sé muy bien cuántos teníamos, cinco o seis, puede que fueran más, todos tan negros y brillantes que yo era incapaz de diferenciarlos. Aquel viernes conducía un hombre al que hacía semanas que no había visto, desde la última vez que papá salió de viaje. En ese momento supuse que mi padre había vuelto a casa, así que me senté contento en el asiento trasero, deseando llegar y que me abrazase.
Bajé del coche y atravesé corriendo el jardín hasta la puerta en la que mamá me recibe sonriendo. Me besó la cabeza y me hizo pasar diciéndome que tenía una sorpresa para mí, pero yo ya sabía lo que era. Entramos en el salón, donde encontre una pequeña caja envuelta en papel de regalo. Ella me miraba alegre esperando que corriese a abrirlo, mientras que yo le miraba indeciso sin saber si debía preguntarle por papá. Finalmente lo hice y ella asintió. Él había llegado esa misma mañana y ahora estaba reunido en una de las salas con otros hombres importantes, amigos de la familia, así los llamaban.
Mientras esperábamos a que acabara su reunión, mi madre insistió en que abriese ese envoltorio por el que todavía no había mostrado interés. Hacía dos semanas que yo había cumplido los 8 años y papá me había traído su regalo desde ese sitio que había visitado, no sé muy  bien dónde. No quería verle triste a ella, así que lo abrí. En su interior encontré un sobre de papel muy fino, casi trasparente, con unas entradas que podían haber sido para un partido de béisbol local, de fútbol americano o incluso de la liga universitaria de baloncesto. Pero no, esas dos entradas tenían muchísimo más valor para cualquiera, salvo para un niño americano sin ningún interés por acudir a una de esas competiciones en el hipódromo.
Creo que este era el deporte favorito de papá: las carreras de caballos, y esta debía de ser una de las más importantes  de los últimos años. Él siempre estaba hablando de ellas con los amigos de la familia, decían quién creía que iba a ganar y cómo haría para que ganase. A eso le llamaban apuestas. Le daban muchísima importancia a esos caballos; sin embargo, nunca vi a mi padre montar ninguno de ellos.
Unas horas después se abrió la sala en la que estaban reunidos, dos de los hombres de papá se quedaron en la puerta mientras los amigos de la familia le besaban la mano. Desde un sofá del vestíbulo mi madre y yo veíamos cómo cada amigo se dirigía a la salida después de esa despedida, un beso en el anillo familiar. Desde hacía años sospechaba que se trataba de un saludo secreto, como el choque que tenía yo con mis amigos de clase, algo personal que nos daba esa identidad de grupo.
Cuando terminó de despedir a sus amigos mi padre se acercó al sofá y puso su mano sobre mi cabeza, despeinándome con cariño mientras me decía: "Feliz cumpleaños, hijo. Siento no haber venido antes, ¿te gustó mi regalo?", y yo asentía con timidez, cohibido por su grave y potente voz. Quise abrazarle, levantarme y apretar con toda mi fuerza la cintura del hombre al que más admiraba. Sin embargo, la elegancia de su chaleco gris con el impoluto blanco de su camisa y la delicadeza con la que se colocaba el borsalino definían una figura suficientemente poderosa como parar provocar el tembleque de mis delicadas piernas descubiertas. Elegí permanecer sentado apretando la mano de mi madre mientras los hombres de papá le miraban con respeto.
Yo era demasiado pequeño como para pensar en mi futuro, pero no dejaba de hacerlo. Deseaba que algún día me mirasen como lo hacían los hombres de papá, que nunca me llevasen la contraria y siempre obedecieran a mis palabras. Me gustaría andar como él por un barrio en el que todo el mundo me admirara y me obsequiara con regalos. Sin embargo, me aterraba la idea de imaginarme a mis hijos incapaces de levantarse para abrazarme.

(Patricia Rodríguez Aranguren, cuento)

31 octubre, 2012

Actors Studio, descubriendo el método

Empezamos a escribir el blog con la historia de esta escuela de interpretación, desde su origen, en mi primer post, hasta su fundación y evolución. En esa primera entrada partimos de Rusia, del método de Konstantin Stanislavski y de como llegó a difundirse en Estados Unidos a partir de Lee Strasberg, Harold Clurman y Cheryl Crawford.

La siguiente entrada, destinada a un caso relevante, decidí dedicarla a una de las películas más representativas del método, Taxi Driver. Sintetizando diferentes críticas se consigue analizar esta película, ver la repercusión que tuvo en Hollywood, lanzando la carrera de Robert De Niro y Martin Scorsese además de dar
lugar a una nueva forma de hacer cine.

Para hablar de los sitios y blogs de esta escuela quise centrarme en una función de su página oficial, las audiciones. Es a través de su web como deben solicitarse estas pruebas de acceso, por esto mismo internet se convierte en una herramienta clave para la escuela.


Destacando un personaje de la escuela elegí a uno de sus más legendarios miembros, Marlon Brando. Un genio de la interpretación que desarrolló a la perfección el método Stanislavski desde sus comienzos en el Actors Studio.


En cuanto a los medios de comunicación enfoque la presencia del tema en la televisión, donde se emite Inside the Actors Studio, un programa destinado a conocer la interpretación con entrevistas a grandes personalidades del cine.


Elegí una película estrenada este año, Mi semana con Marilyn, para hablar del tema en la actualidad. No escogí esta película porque sirva de representante del método, sino porque su argumento puede servir de biografía de Marilyn Monroe, destacada alumna de la escuela.

 

Antes de empezar con las publicaciones del blog había oído hablar del Actors Studio en la televisión, en alguna revista orientada al cine y sobre todo en las clases de interpretación a las que he asistía en la Escuela Navarra de Teatro. Sin embargo, sus orígenes en el teatro ruso no los había llegado a conocer, y fue a partir del blog cuando realmente empecé a interesarme por el método de Konstantin Stanislavski.
En estos últimos meses he acabado leyendo dos libros de este autor: "El trabajo del actor sobre sí mismo en el proceso creador de la vivencia" y "El trabajo del actor sobre sí mismo en el proceso creador de la encarnación", unas lecturas totalmente recomendables para actores, directores y guionistas.
A través de sus obras podemos acercarnos al Método Stanislavski, al que he querido dedicar un post de ampliación. Podemos llegar a conocerlo y experimentarlo, haciendo nuestra su calidad interpretativa.

30 octubre, 2012

Puntualidad

La puerta está cerrada. No han pasado ni cinco minutos desde que dieron las 9, pero dentro la clase ya ha debido de empezar y te has quedado fuera. Ese es el momento en que decides si entras o no, pero realmente no es ningún momento, solo un instante en el que pasa por tu mente una información cargada de consecuencias, culpabilidad, objetivos,  inseguridad, orgullo, frustración, promesas…
Te despertó la alarma, programada para sonar a una hora minuciosamente calculada.  Aunque odias ese momento del día, no permitirte volver a llegar tarde será tu motivación para salir de la cama. Levantándote a esa hora no andarías mal de tiempo, incluso podrías dormir más. Solo necesitas desayunar, vestirte, acicalarte, preparar la mochila y salir de casa. Pero tienes el don de perder el tiempo, todos los días, cada uno por algo diferente. Madrugas más que nadie sabiendo que sería imposible no llegar a la hora exacta en el momento indicado, pero te equivocas. Puedes programar el despertador 10 minutos antes, pero dará igual, porque perderás 10 minutos más haciendo algo que ni tú mismo sabes qué es.
Apuras los últimos minutos antes de salir de casa. Agobiándote mientras buscas las llaves o la cartera, terminando de lavarte los dientes, contando el dinero que llevas encima o repasando que no olvides nada, algo de lo que nunca, ni un solo día, has estado seguro. Apartando la mirada de cualquier reloj, concentras en esos minutos lo que deberías haber hecho en todo el tiempo que tenías. Hasta que tú y el estrés que te acompaña bajáis el ascensor, mirando la hora, calculando el tiempo que necesitas y el trayecto que tomarás.
Andas por la calle pensando en el tiempo que te costará llegar. Podrías dar esa clase por perdida, relajarte e ir a la siguiente, mientras das un pequeño paseo que no durará más de los 50 minutos de clase. Hacer algún recado, mirar cualquier escaparate sin prestar demasiada atención o hacer tiempo en la cafetería de la facultad. Sin embargo, no consigues hacer nada de eso sin tener la total seguridad de que no entrarás a tiempo. Te sientes moralmente incapaz de abandonar el intento, quieres llegar, necesitas llegar para poder justificar las horas de sueño que a las que  renuncias madrugando diariamente.
Un reloj impreciso te muestra los minutos en los que deberías estar ahí. Decides pensar que ese es justo el tiempo que necesitas, eliminas toda posibilidad de llegar tarde para acelerar el ritmo. Esas prisas con la que caminas, en una respiración entrecortada, sintiendo en tus piernas la presión cardíaca, no solo tendrán consecuencias, también te cargarán emocionalmente. A cada paso que das merecerá más la pena esa carrera a contrarreloj, o por el contrario, se convertirá en un esfuerzo inútil. Logrando entrar en el aula te sentirás orgulloso del esfuerzo de los últimos minutos, pero culpable ante las horas desperdiciadas en casa. Te prometerás organizarte mejor, tanto si llegas como si no. Te comprometerás a mejorar a partir de mañana, igual que hiciste los días anteriores.
Esta promesa se llena de rabia cuando la hacemos fuera del aula, al otro lado de la puerta. La preocupación en cada uno de esos pasos que diste para llegar hasta allí te obligará a abrir la puerta y entrar en clase, dejando en manos del profesor tu asistencia, pero demostrándole una vez más tu impuntualidad. Sin embargo, la carga de haber sido capaz de invertir el tiempo te hará darte la vuelta con tu culpabilidad. Posiblemente creas que no te mereces interrumpir así la clase, no hasta que logres centrarte y llegar puntual sin necesidad de apurar el último trayecto. Una frustración que te hace replantearte cómo eres, cómo actúas y cómo podrías actuar. Confías en ti, en tu potencial. Vas a la biblioteca buscando algo con que ocupar esa falta de realización, un trabajo para adelantar  o algún examen que puedas ir preparando. Mañana será otro día, una frase que está demasiado oída, pero no por ello deja de ser cierta, ya que de mañana dependerá que no vuelvas a hacerte esa promesa de puntualidad.

(Patricia Rodríguez Aranguren, escena costumbrista)

23 octubre, 2012

WhatsApp para estudiantes



-¿Cómo lleváis el examen? -preguntará algún compañero, generalmente aquel que, por tenerlo bien preparado o por simple aburrimiento, ha dado por finalizado su estudio-. ¿Os lo sabéis ya todo? -Son las preguntas que darán paso a una conversación por WhatsApp en el grupo de clase, después de una tarde en la que, como suele ocurrir la víspera del examen, apenas se habían enviado mensajes.
Las últimas notificaciones se habrían recibido poco después de las 13 horas, en esos minutos en los que cada uno sale de clase esperando juntarse con los demás. Mensajes que preguntan: “Dnd stais?”, repitiéndose y juntándose con otros que dirán: “K vais a acer?”. Patadas al diccionario que justificamos con las prisas, la inmediata necesidad de respuestas a lo que pretendía ser un "¿Dónde estáis?" y un "¿qué vais a hacer?". Generalmente contestaríamos: “Estoy ya en la villavesa”, pero tratándose de un día como hoy cambia la respuesta. Mañana hay examen, si hay un momento para remontar todo lo que no se ha trabajado hasta ahora es este.
Para algunos la única forma de sacar algún rendimiento a la tarde sería una jornada intensiva en la biblioteca. "Vamos a la cafetería", "yo acabo de salir”, "estoy aun en la copistería", serán algunas de las respuestas que precederán a mi pregunta: “¿Quién se queda a estudiar?”.
Como ocurre en cualquier cuadrilla de estudiantes, habrá quien prefiera estudiar en su casa. Es comprensible, no todos tienen la misma necesidad de compartir dudas y apuntes con sus compañeros. Aunque pueda parecer egoísta o competitivo, sería injusto si su esfuerzo se acaba desgastando en compensar la falta de trabajo de los demás. El compañerismo lo encontramos cuando equilibramos esta balanza.
-Yo me quedo, ¿tú también? -A partir de esta respuesta sabes que no pasarás solo las cinco o seis horas que te planteas dedicar a estudiar-.
-Vale, yo también, pero me iré pronto que luego tengo prácticas. -Va aumentando la compañía, y con ella la ayuda o la distracción. Eso sí, normalmente son ambas, y combinarlas hará que el estudio resulte más ameno a la vez que productivo.
-¿Hasta qué hora estaréis? Igual voy a casa a comer y luego vuelvo. -Mentira. Ese "igual" dice demasiado. Una vez que has llegado a casa la pereza podrá contigo, y lo que estudies lo estudiarás ahí, evitándote el trayecto de ida y vuelta, con el tiempo que este conlleva. Sin embargo, la respuesta del amigo será: “Yo estaré hasta tarde. Si eso luego nos vemos”, y le guardará un sitio a su lado, aun sabiendo que seguramente no vendrá.
-¿Vas ahora?
-Sí.
-Yo también. -Unos segundos después vuelve a escribir- ¡Espérame! Salgo ahora de la cafetería.
-Vale. Estoy en la entrada. Date prisa. -Y en el tiempo que tarda en apagarse el cigarro, tu compañero ha llegado.
Ahora toca entrar en la biblioteca, buscar una silla libre entre todos esos "guárdame un sitio" que solo servirán de asiento para una chaqueta y un cuaderno. Nos instalamos en la biblioteca, comparamos nuestros apuntes, resolvemos nuestras dudas, compartimos nuestros esquemas, vamos a por un café, volvemos y estudiamos hasta que cierran la biblioteca.
Cuando llegamos a casa nos damos cuenta de todo lo que aún nos queda por estudiar, y justo en el momento en el que ya hemos organizado cómo invertir el tiempo que tenemos: vibra el móvil. “¿Cómo lleváis el examen?”. Un nuevo mensaje en el WhatsApp grupal de clase.

(Patricia Rodríguez Aranguren, escena costumbrista)

16 octubre, 2012

Movies & comics, the exhibition




La exposición Movies & Comics llegó a Pamplona el viernes 5, tras haber pasado por El Corte Inglés de distintas ciudades. Permanecerá en la 8ª planta de este establecimiento hasta el 3 de noviembre. Se  anuncia bajo la imagen de aquellos superhéroes que saltaron de los míticos cómics al mundo del cine. Entre ellos aparece Thor, Capitán América, Hulk, Iron Man, Spiderman, Green Lantern, Batman, Superman, Wonder Woman…Sin ningún tipo de entrada requerida y con un horario de 10 a 22 horas, el centro comercial nos muestra diferentes iconos cinematográficos en figuras a gran escala, objetos de colección y piezas cedidas por sus productores.
La primera e impactante figura la encontramos expuesta nada más acceder a esta última planta. Mientras avanzan las escaleras mecánicas van descubriéndose los dos metros de altura que mide la representación de Batman, aquel superhéroe que nos enseñó a valorar el intelecto humano al nivel de los superpoderes. Dejando atrás a este personaje de DC Comics y a los niños que esperan el turno para sacarse una foto junto a él, continua el recorrido rodeando la sala.
A pocos metros se puede ver otra figura de la misma escala, en este caso se trata de uno de los míticos soldados imperiales que aparecen en La Guerra de las Galaxias, un clon de armadura blanca, con su pistola láser y ese casco tan característico de la saga cinematográfica. Junto a él podemos ver otras representaciones de la misma película. Protegidas bajo una pecera rectangular comparten espacio los bustos de C-3PO y Boba Fett, realizados detalladamente a escala real; y personajes como Darth Vader o R5-D4 en figuras de poco más de 20cm.
La siguiente pared de la sala aparece cubierta por varias vitrinas a modo de escaparate. La primera de ellas muestra distintos personajes de los cómics DC: Superman, Batman, Green Lantern, Jocker, Wonder Woman… además de algunos complementos como el Bat-pod o el Batmóvil.
La vitrina contigua corresponde a las figuras de los cómics Marvel, con personajes emblemáticos como Los 4 Fantásticos, Spider-Man, Capitán América, Los Vengadores, Iron Man, Thor, Hulk, incluso algunos de los X-Men.  Repeticiones de superhéroes  en movimiento, adecuándose a las distintas situaciones que aparecen en sus historias.
El resto de la pared dedica sus vitrinas a una saga cinematográfica de James Bond. Tras el cristal se expone al Agente 007 interpretado por los distintos actores que han protagonizado las 23 películas: Sean Connery, George Lazenby, Roger Moore, Timothy Dalton, Pierce Brosnan y Daniel Craig. Además cobran protagonismo los coches de la saga, de los cuales se exponen numerosas miniaturas propias de coleccionistas; junto otros personajes, generalmente femeninos, que protagonizan el filme.
El centro de la sala está compuesta por pequeñas  mesas cubiertas con cristales. En el interior se muestran personajes de diferentes películas: Legolas, Gimli, Elrond y Arwen de El Señor de los Anillos; Jack Sparrow, Barbosa y David Jones, de Piratas del Caribe; el embajador y un soldado marciano, de Mars Attack; Peter Pan y el Capitán Garfio; Vito Corleone, de El Padrino; Scarface, de El Precio del Poder, Indiana Jones... Además, encontramos algunos de los transportes utilizados en estas películas: el NCC-1701, de Star Trek; el coche de Los Cazafantasmas; la máquina del tiempo, de Regreso al Futuro; o el Halcón Milenario, de Star Wars, son algunos de ellos.

(Patricia Rodríguez Aranguren, crónica de una exposición)